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Como los animales que acechan sigilosamente a su presa, así estaban los controladores esperando el momento justo para realizar una huelga salvaje. No, no estaban esperando un detonante. Esperaban impacientes el momento de darnos sus sorpresita. No les importaba que la gente no pudiera ir a un entierro, que los niños y los ancianos esperaran desesperados el momento de embarcar. Poco les importaban las personas que han esperado pacientemente el puente para poder evadirse de la triste realidad cotidiana. Los controladores aéreos nos dejan en tierra y son los asesinos de nuestros sueños.
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